sábado, 29 de agosto de 2015

El JESÚS HISTÓRICO COMO PUNTO DE PARTIDA DE LA CRISTOLOGÍA DE JON SOBRINO

2.4.5.- El Jesús histórico como punto de partida de la cristología de Jon Sobrino.-



Para el creyente (y se presupone que el teólogo es uno de ellos), Jesucristo reclama una significación universal, y no existe una manera única para entrar al misterio que sea normada ni por el nuevo testamento ni por la enseñanza de la iglesia.

Elegir entonces el punto de partida de la cristología, no sólo implica tomar una opción, sino que esta opción incide en los resultados a los cuales se llega en conclusión del trabajo teológico. Por esta razón, la elección desde donde se comienza la sistematización teológica, debiese ser siempre el punto de partida que parezca más apto para dar cuenta del misterio de Jesucristo al pueblo creyente.




Jon Sobrino nos señala al respecto: “desde el principio que elegimos como punto de partida la realidad de Jesús de Nazaret, su vida, su misión y su destino, lo que suele llamarse el “Jesús histórico”. (Sobrino, J. 1991 p.73).


En términos generales, Jesucristo conforma una totalidad que se define por un elemento trascendente (Cristo) y otro histórico (Jesús). Tradicionalmente se ha privilegiado el elemento trascendente del Cristo, para comprender el ingreso de Dios en la historia y se interpreta al Jesús de la historia desde la conceptualización que surge desde la imagen de Cristo. Esta opción metodológica se conoce como  “cristología desde arriba” o “cristología descendente” pues el Cristo, desde arriba ilumina la reflexión de Jesús y la historia humana.

Sin embargo para el autor, el descenso de Dios a la historia no se capta solamente en la pura formalidad del Cristo, sino que se profundiza al cotejarlo con el Jesús de la historia, en su praxis liberadora en medio de los hombres hasta su muerte en cruz, y comprende en el hecho histórico de Jesús, “el acercamiento real de Dios a los hombres en cuanto salvífico, compartiendo su condición hasta los extremos de la cruz. Ese prodigio de Dios no es otra cosa que el Jesús de Nazareth concreto” (Sobrino, J. 1991 p.75). En esta opción de comenzar la cristología desde el Jesús de la historia, se invierte el método cristológico, pues comienza desde abajo, y se convierte en una “cristología ascendente”.

Sin embargo, Sobrino es consciente que el declarar que Jesús es el Cristo, es una afirmación límite que sólo tiene asidero en la fe en Jesucristo. Por esta razón aclara que estas afirmaciones límite que se comprenden desde la fe, deben tener una justificación en la historia y desde allí vislumbrar el misterio del Dios vivo que se revela a los hombres. Por esta razón recurre al método de interpretación bíblica pues “en la Escritura, las afirmaciones-límite trascendentes vienen precedidas de afirmaciones históricas. Así, en el cántico de Moisés se habla de Dios, en sí mismo liberador (afirmación-límite), pero esta confesión de fe viene precedida de la realidad de la liberación de Egipto, atribuida (en la fe) a Dios”. (Sobrino, J. 1991 p.76).

En este sentido, la fe en Cristo, confesada por las primeras comunidades, se vio enfrentada al hecho histórico de Jesús, su ministerio, su muerte en cruz y su resurrección. Es entonces, en la historia del los hombres donde se manifiesta esta fe, y constituye el camino privilegiado para comprender que el Jesús de la historia es el Cristo de la fe. “Y ese camino comenzó con Jesús de Nazaret. El camino lógico de la cristología es, pues, el cronológico. Jesús puede ser comprendido como el camino al Cristo”. (Sobrino, J. 1991 p.76).

No obstante, el hecho de que Jesús sea el Cristo, aun sigue siendo una afirmación límite, y es importante comprender que esta sentencia (así como la afirmación límite de realidades como el amor, la libertad y la vida misma) necesitan del camino del conocimiento. Lo que hasta hoy nos ha sido transmitido de Jesús, nos viene desde los relatos del nuevo testamento, donde indiscutiblemente se presenta a Jesucristo ya reflexionado por la fe de la comunidad, después del acontecimiento de la resurrección. Son los escritos del nuevo testamento los primeros en declarar que Jesús es el Cristo, pero para ello, su salvaguarda es precisamente el Jesús de la historia, que en una posterior elaboración literaria ha sido teologizado; y a su vez, el Cristo de la fe ha sido también historizado. De esta manera, el Jesús del nuevo testamento se transforma en la mejor salvaguarda frente a las deformaciones posteriores que se quisieron imponer en los primeros siglos del cristianismo.

Sobrino nos dirá finalmente que, “por estas dos razones fundamentales –que Jesús sea el mejor camino hacia el Cristo y su mejor salvaguarda- elegimos el “Jesús histórico” como punto de partida” (Sobrino, J. 1991 p.79), para la elaboración de su cristología.




Las otras cristologías que se elaboran en la iglesia católica, suelen partir principalmente desde las afirmaciones dogmáticas conciliares (especialmente desde el Concilio de Calcedonia que declara la divinidad de la persona de Cristo en dos naturalezas humana y divina), o desde afirmaciones bíblico-dogmáticas, que rescatan expresiones como Cristo el “Señor” o “Hijo de Dios”, pero que no permite una comprensión del misterio de Cristo, de mejor forma que si comenzamos con el Jesús histórico, que originó esta variedad de cristologías. 



Otro punto de partida importante para la cristología católica, es el Kerygma (o predicación del Cristo muerto y resucitado), pues desde 1892 M. Kähler, renunciando a recuperar la biografía de Jesús, propone que “el verdadero Cristo es el Cristo predicado” (Sobrino, J. 1991 p.83) y desde ese minuto, se comenzará también a usar la distinción entre Jesús histórico y el Cristo de la fe. 


Otros puntos de partida utilizados por los teólogos en referencia a la cristología han sido la experiencia de la presencia actual de Cristo en el culto, la resurrección de Cristo y la doctrina que en los siglos XVIII y XIX presentaba a Jesús como maestro y modelo de religión universal, éste último; denunciado como peligroso por el autor pues “las doctrinas de Jesús no son la confirmación de la sustancia religiosa del hombre universal ni menos la confirmación del ideal burgués del ser humano, sino su crítica” (Sobrino, J. 1991 p.85).

No obstante, desde la postura crítica a las cristologías que parten desde otros lugares, se pretende evidenciar su fragilidad al dejar de lado al Jesús de la historia o el peligro que significa una cristología sin Jesús, pero el autor reconoce en ellas, elementos que aportan a la reflexión de la cristología actual, con un marcado acento en que no dejen de lado a Jesús de Nazaret en su proceso de sistematización teológica.





Sábado Noche de Luna Llena, 29 de Agosto de 2015 

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