jueves, 20 de febrero de 2014

Reflexiones sobre el pensamiento de Enrique Dussel III

2.1.2.5. Alienación.-



El sistema como totalidad, siempre pretende eternizarse y autoconservarse, tratando para este propósito, de incluir en sí mismo, a todas las exterioridades existentes a su proyecto. Esta visión nos permite entender que “como portadora de un hambre infinito, el fetiche pretende instalarse para siempre en una insaciable antropofagia. La proximidad cara-cara desaparece porque el fetiche se come a su madre, a sus hijos, a sus hermanos” (Dussel, E. 1977).

El otro, la exterioridad del sistema, se transforma desde su no-ser para el sistema, en su enemigo, en el peligro que mina las bases de lo establecido. Desde la concepción filosófica de la gnosis, se eleva el pensamiento justificatorio de esta visión del dominador por sobre el dominado, desde la iluminación se justifica el que ha nacido opresor y sella el destino de quien es oprimido. Quien se caracteriza por poseer la sabiduría, estaría entonces capacitado para definir lo que es lo perverso y peligroso representado en la diferencia del que se opone al aplanamiento y “quien se resiste se lo secuestra, encarcela, tortura, expulsa, mata” (Dussel, E. 1977).

En este escenario, donde los sabios han definido el ser y lo bueno, identificando la perversión del otro, aparece la buena conciencia del héroe del sistema imperante, que en nombre de la civilización imperante, aniquila y destruye al otro, su cultura, su religión y su expresión erótica.
En la conquista de América, y en la esclavitud y dominación de África y Asia, encontramos el ejercicio de expansión del ser del centro, que asesina lo otro y lo totaliza al mismo tiempo en lo mismo (lo transforma en instrumento al servicio del sistema del centro), proceso que siendo dialéctico-ontológico ha sido inadvertido por la ideología de las ideologías: la filosofía europea moderna y contemporánea.

Al otro, la alteridad externa al sistema del centro, con su propia historia y cultura no ha sido respetado, no se le ha permitido ser el otro, sino que se le ha instrumentalizado incorporándolo a lo extraño de la totalidad dominante. En este sentido “totalizar la exterioridad, sistematizar la alteridad, negar al otro como otro es alienación” (Dussel, E. 1977) es decir, un pueblo o individuo pasa a ser parte o instrumento del ser de otro.

Esta alienación del otro, se da en cuanto las relaciones que se establecen desde la proximidad hombre-hombre, pero que pierde su propia esencia de humanidad al despersonalizar al otro y transformarlo en instrumento. De esta forma, cuando el fruto del trabajo no es recuperado por el pueblo, los trabajadores, la mujer o su hijo es que su ser queda alienado. “Cuando el fruto del trabajo del otro dominado, totalizado, se lo apropia sistemáticamente el dominador; cuando dicha apropiación deviene habitual, institucional, histórica, en ese momento la alienación es real, cierta, efectiva: es un modo de producción injusto”(Dussel, E. 1977).

Por esta razón toda alienación política, erótica, pedagógica o fetichista se concretará en una determinada formación social y su manifestación económica.

Para poder mantener este estatus quo, los dominadores han transformado al otro en instrumento, sin embargo, cuando ven amenazados sus privilegios, el otro se criminaliza, se transforma en enemigo; y transformando la alteridad del otro en el potencial enemigo, sólo basta restarle de su propia humanidad, de su exterioridad sagrada para justificar su asesinato y aniquilación en pro del bienestar del sistema imperante.
Constituyéndose esta forma de dominación, en el tiempo se establece como praxis de dominación, acción perversa donde se afirma la totalidad y su proyecto alienante. El dominador termina obligando al otro a cumplir actos contra su propia naturaleza, por medio de la coacción y la fuerza. El siervo obedece entonces por temor o costumbre. Cuando ese temor y esas costumbres dan paso al acto subversivo de la emancipación  del oprimido, al gesto libertador de la presión que se sufre, surge la represión como la cara más visible de la dominación. Aquí es donde “la represión de los medios de comunicación o psicológicas se hace violenta cuando la presión de la revolución crece. Se viola la corporalidad del oprimido contra su voluntad” (Dussel, E. 1977).

Cuando el oprimido no se deja dominar ni por medio de la paz, ni la represión ni la violencia, el recurso del sistema, de los poderosos es la guerra como máxima expresión de la praxis dominadora. La guerra se transforma desde esta perspectiva en “la ontología práctica; es el ser que prácticamente reduce al otro al no-ser” (Dussel, E. 1977).

Para sostener en este nivel, la violencia se justifica desde el ethos del dominador, entendiendo para este discurso, el ethos como “el conjunto estructurado de actitudes que predeterminan la acción” (Dussel, E. 1977). Es así como el ethos del dominador girará en torno a la mistificación  como costumbres o virtudes, de lo  que se consideraron vicios en tiempos de opresión. Así se comprende que “la avaricia del pobre perseguido habitante del burgo (burgués) medieval es ahora la virtud del ahorro” (Dussel, E. 1977).
Para Dussel, “en el corazón del ethos dominador anida el odio, anterior a la envidia… el odio es la perversión de las tendencias; es el autoerotismo de la totalidad y la exclusión de la exterioridad. Es el origen de la patología política e individual. La enfermedad política es el autoritarismo; la patología personal es la psicosis” (Dussel, E. 1977).

Siendo el odio el deseo perverso que une las partes de la totalidad estructurada, se comprende que la virtud para el centro dominante, encubrirá la injusticia, dando al poderoso bajo la legalidad de la ley aquello que arrebata al oprimido. El sistema dado de esta forma no permite al opresor descubrir que su gula ilimitada de poder es el hambre del oprimido, al que se le exige resignación en función del modelo de explotación justificado por la ontología dominante.

La ética de la legalidad se trastoca entonces, haciendo parecer legal lo inicuo, encubriendo la perversidad intrínseca del propio mundo y sistema de dominación. Se identifican bajo este pretexto, el ser del sistema, con el bien, la cultura y la naturaleza humana. El proyecto del centro dominador es por lo tanto civilizatorio, y la opresión será justificada como la voluntad de lo natural. Los que se atrevan a cuestionarla serán los bárbaros, “quien se levante contra Europa se levanta contra la naturaleza, es decir, contra Dios mismo y su eterna voluntad” (Dussel, E. 1977).

Por estas razones, el europeo dominador, cumpliendo las leyes y siguiendo las virtudes introyectadas por la totalidad de su propio mundo; se aventura hacia la conquista y ocupación de nuevos mundos… “¡He allí la grandeza y la acumulación primera del capitalismo que ahora nos oprime!¡Su origen fue el oro de los indios y la carne de los esclavos negros! (Dussel, E. 1977).




Puerto de Valparaíso, Capital Legislativa de la República de Chile. 20 de Febrero de 2014
Celebrando los 35 años del Decreto 1142, que Ordena en Colombia tener en cuenta la lengua y la cultura de los indios.

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