2.3.- Teología de la Liberación de Gustavo
Gutierrez:
Una Sistematización Necesaria.
Gustavo Gutierrez Merino. Teólogo |
El mismo año de la Conferencia de Medellín, el sacerdote
peruano Gustavo Gutierrez realiza una exposición en la localidad de Chimbote
(Perú), dando la primera pincelada a la obra que publicará en 1971 con el
Título de "Teología de la Liberación, Perspectivas".
En el centro de la reflexión encontramos lo siguiente:
“Entre nosotros la gran pregunta pastoral –y en consecuencia también teológica- es ¿cómo decirle al pobre, a quien se le imponen condiciones de vida que expresan una negación del amor, que Dios lo ama?. Esto equivale a preguntarse ¿cómo encontrar un lenguaje sobre Dios en medio del dolor y la opresión en que viven los pobres de América Latina?(Gutierrez, G. 2008).
El dramatismo y la profundidad de las preguntas gatillan el desarrollo prolijo de una teología que brinde respuestas ante los contextos en que estas surgen y que sean apropiadas a los cristianos y cristianas post Vaticano II. El trabajo realizado en esta perspectiva da origen a una nueva teología cuyo horizonte histórico se traduce en un correlato de las aspiraciones de los pueblos de América Latina que en ese momento se grafican con el título de Liberación. Podemos sintetizar la novedad de la teología de la Liberación en los siguientes puntos:
2.3.1. Una Teología como Reflexión crítica de la Práxis
Histórica
El mismo Gustavo Gutierrez grafica la teología en el contexto
cristiano, como sabiduría y saber racional. Con estos dos conceptos, el autor
se refiere hasta lo que entonces se comprendía como teología en los ambientes
académicos. Sin renunciar a lo que tradicionalmente se entendía, Gutierrez
tiene la audacia de plantear un paso cualitativo en el concepto de teología al
considerarla una “reflexión crítica de la
práxis histórica” (Gutierrez, G. 2008).
Con este concepto, se pretende engarzar el quehacer del
teólogo con su propia realidad histórica desde la comunidad de creyentes, la
Iglesia, en relación al tiempo histórico en que vive. La Iglesia servidora del
mundo, a través del oficio del teólogo, está llamada a profundizar en el
misterio de la fe en consonancia con la teología que desde el Vaticano II y con
Juan XXIII se denominó la “teología de
los signos de los tiempos” (Gutierrez, G. 2008).
Ronaldo Muñoz. Teólogo |
…“Por todo esto la teología de la Liberación
nos propone, tal vez, no tanto un nuevo tema para la reflexión, cuanto una
nueva manera de hacer teología. La teología como reflexión crítica de la práxis
histórica es así una teología liberadora, una teología de la transformación
liberadora de la historia de la humanidad y, por ende, también, de la porción
de ella –reunida en ecclesia- que confiesa abiertamente a Cristo. Una teología
que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del
proceso a través del cual el mundo es transformado: abriéndose –en la protesta
ante la dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa
mayoría de la humanidad, en el amor que libera, en la construcción de una nueva
sociedad, justa y fraterna- al don del Reino de Dios” (Gutierrez, G. 2008).
En este sentido, el concepto de práxis, se logra comprender
desde la influencia del pensamiento marxista que “centrado en la praxis está dirigido a la transformación del mundo”
(Gutierrez, G. 2008). La teología de la liberación utiliza las herramientas
de la razón humana (no sólo la filosofía, sino que de todas aquellas que brotan
de la inteligencia humana), en función de la transformación de la realidad. No
es un saber insipido encerrado en las aulas universitarias ni en los templos,
sino que es el compromiso de hombres y mujeres que inspirados desde el
Evangelio se vuelcan en el compromiso de una sociedad mas humana y fraterna.
Lo importante desde esta perspectiva es que el proceso de
reflexión teológica asume la acción humana en la historia como punto de partida. Sin embargo esta historia humana se proyecta hacia el futuro.
Y en este sentido, desde la teología se prefigura el futuro desde la rama del
saber teológico que se conoce como escatología. Gutierrez nos describe este proceso de la siguiente manera: “Finalmente el
redescubrimiento, en teología, de la dimensión escatológica ha llevado a hacer
ver el papel central de la praxis histórica. En efecto, si la historia humana
es, ante todo, una abertura al futuro, ella aparece como una tarea, como un
quehacer político; construyéndola, el ser humano se orienta y se habre al don
que da sentido último a la historia: el encuentro definitivo y pleno con el
Señor y con los demás” (Gutierrez, G. 2008)
Este quehacer en la historia no es un mero activismo, ni una
pretención de constuir por medios solamente humanos el Reino de Dios en la
tierra, sino que se prefigura como el trabajo propio del cristiano, y de la
comunidad de creyentes en la construcción de una sociedad donde el fundamento
es la fraternidad en función de la fe y el amor en el Dios de la Vida.
Con este concepto de reflexión crítica de la praxis
histórica, Gutierrez desnuda una tensión al interior de la Iglesia entre la
ortodoxia y la ortopraxis; entendendo la primera como la correcta descripción
de la fe en terminos teológicos desde el saber racional, y la segunda como la
aplicación de esa fe en la realidad histórica en medio de la sociedad. La
ortodoxia no es solo la formulación de verdades en relación a la fe religiosa,
sino que se verificaría en el actuar de la comunidad de creyentes en el
concierto de la historia, en función de una transformación social abierta al
futuro.
De esta forma, a la teología le urge su carácter de reflexión
crítica, pues debiese ser “un pensamiento
crítico de sí mismo, de sus propios fundamentos.” (Gutierrez, G. 2008)
Así la teología no sólo se prefigura en su carácter de saber
racional, sino que reflexionando críticamente sobre los condicionamientos
culturales, sociológicos, económicos y políticos que sostienen la sociedad actual,
puede responder iluminada por el Evangelio, desde una práctica concreta en la
historia, transformando la realidad opresora desde una praxis liberadora.
Ivonne Gebara. Teóloga |
La teología desde este horizonte no es ingenua, sino que
responde a los desafíos del presente, desde el quehacer pastoral en una
reflexion permanente sobre la actividad eclesial. El ejercicio pastoral se
configura como el acto primero, la teología es la reflexión que le acompañaría
en un acto segundo.
En palabras de Gutierrez: “La
teología, en tanto que reflexión crítica, cumple así una función liberadora de
la persona y de la comunidad cristiana, evitándoles todo fetichismo e
idolatría. Evitando también, un narcisismo pernicioso y empequeñecedor. La
teología así entendida, tiene un necesario y permanente papel en la liberación
de toda forma de alienación religiosa, a menudo alimentada por la propia
institución eclesiástica, que impide acercarse auténticamente a la Palabra del
Señor.” (Gutiérrez, G. 2008)
Así entendida la teología, se prefigura en su reflexión y
acción en la práxis, como un ejercicio de función profética, pues lee los
acontecimientos de la historia para desvelar y proclamar su sentido profundo en
función de que el mundo sea un lugar mejor para la humanidad, cuya perspectiva
última sería el Reino de Dios.
Entonces, “si la
teología parte de esta lectura y contribuye a descubrir la significación de los
acontecimientos históricos, es para hacer que el compromiso liberador de los
cristianos en ellos sea más radical y más lúcido… estamos pues, ante una
hermeneútica política del Evangelio”.
(Gutierrez, G. 2008)
Comprendiendo así la teología, podemos concluir que el
quehacer teológico no es un mero ejercicio intelectual en la definición y
explicación de las verdades de la fe, sino una “inteligencia” de ella que
enfrentada a la relación fe - sociedad se confirma como una reflexión de la
realidad histórica a la luz de la fe en Jesucristo y de su proyecto del Reino
de Dios; por lo tanto a la reflexión sistemática de las realidades configuradas
desde la fe, se prosigue el esfuerzo en la praxis para la transformación de las
realidades históricas en un ejercicio de liberación de la opresión.
El
horizonte de esa liberación sería el futuro abierto que construya en el
presente la libertad humana (o su proceso de liberación) en función de la
transformación de la sociedad fraterna, integradora y plenificada configurada
en virtud del Reino de Dios.
Ciudad de Casablanca, 24 de Febrero de 2014.
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