miércoles, 19 de febrero de 2014

Reflexiones sobre el Pensamiento de Enrique Dussel II

2.1.2.4. Exterioridad.-




Será desde la categoría de exterioridad que se podrá comenzar un discurso filosófico desde los oprimidos. Lo que Dussel pretende desde este lugar histórico, la periferia, es rescatar una realidad “por el sólo hecho de ser una realidad histórica nueva… Es la novedad de nuestros pueblos lo que se debe reflejar como novedad filosófica y no a la inversa” (Dussel, E. 1977).

Comprendiendo que en el mundo aparecen entes y cosas junto a instrumentos, hay un ente absolutamente sui generis, el rostro de otro hombre. Este otro, puede convertirse en una simple cosa sentido como instrumento (el chofer como prolongación del automóvil, el maestro como adorno de la escuela) o nos puede interpelar con su sola epifanía o revelación ante nosotros, cuando aparece y nos impacta con su sola voz. En el primer caso, el hombre pasa a ser un ente parte del sistema, en el segundo, el hombre deja de ser algo y se convierte en alguien.

Exterioridad entonces “quiere indicar el ámbito desde donde el otro hombre, como libre e incondicionado por mi sistema y no como parte de mi mundo se revela” (Dussel, E. 1977).
En este sentido, se comprende que el mundo tiene su fundamento último en el ser propio que conforma este sistema de sistemas. La importancia de la exterioridad, radica en que más allá del ser del mundo, se encuentra trascendiendo ese ser, una realidad distinta que guarda exterioridad respecto del ser del mundo; “se encuentra una cosa que tiene eventos, que tiene historia, biografía, libertad: otro hombre” (Dussel, E. 1977).

Encontramos entonces, que podemos recurrir a dos formas de enfrentar la realidad. La primera responde a una lógica de la totalidad, y establece su discurso desde la identidad del ser, hacia la diferencia (lo otro o el otro mejor dicho) instrumentalizando la alteridad. “Es la lógica de la alienación de la exterioridad o de la cosificación de la alteridad, del otro hombre” (Dussel, E. 1977).

La segunda responde a la lógica de la exterioridad, desde la alteridad del otro iniciando su discurso desde el abismo de su propia libertad, “esta lógica tiene otro ritmo, otros principios: es histórica y no evolutiva; es analéctica y no meramente dialéctica o científico fáctica, aunque las asume a ambas” (Dussel, E. 1977).

Comprendemos entonces, que la realidad del hombre es nacer separado y distinto desde siempre, constituyendo a la libertad como nota constitutiva propia de cada hombre. Y desde esa libertad convergemos hacia los otros, desde la proximidad histórica. El otro es distinto, y ya no diferente desde la lógica de la totalidad.

Entramos ahora, al terreno de la exterioridad entendida como el otro, y en este sentido  “el otro se revela realmente como otro, en toda la acuidad de su exterioridad, cuando irrumpe como lo más extremadamente distinto, como lo no habitual o cotidiano, como lo extraordinario, lo enorme (fuera de la norma), como el pobre, el oprimido; el que a la vera del camino, fuera del sistema muestra su rostro sufriente y sin embargo desafiante: -¡Tengo hambre!, ¡tengo derecho a comer!” (Dussel, E. 1977).

El otro se constituye en exterioridad de la totalidad del sistema que le oprime. El rostro del pobre, provoca e interpela hacia la búsqueda de la justicia, cuestionando los pilares mismos del sistema establecido. Para el sistema injusto, el otro se transforma en lo bárbaro, en lo infernal, “por el contrario, para el justo el otro es el orden utópico sin contradicciones” (Dussel, E. 1977).

No obstante lo anterior, el otro no se revela sólo individualmente. El rostro del explotado deja en evidencia a un pueblo, el rostro del pobre revela a un pueblo con historia, y debemos cuidar de que esta experiencia personal y colectiva no sea restringida a la individualización con la que se ha pretendido deformar desde la revolución burguesa europea.

Estos rostros que revelan un pueblo, dejan en evidencia el carácter histórico popular de la exterioridad, que confrontada con la estética europeizante que pretende fijar el rostro juvenil por medio del maquillaje, descubren los rostros campesinos, obreros e indígenas (que para la totalidad del sistema resultan repulsivos), y que para la filosofía de la liberación serán la belleza primera, futura y popular.

Aparece en este lugar, el otro como libre, en virtud de que es exterioridad de la totalidad. La libertad dependerá entonces de la capacidad de generar una incondicionalidad del otro en virtud de mi propio mundo del cual yo soy centro. “Se es otro en cuanto se es exterior a la totalidad, y en ese mismo sentido se es rostro (persona) humano interpelante. Sin exterioridad no hay libertad ni persona. Sólo en la incondicionalidad de la conducta del otro se descubre el hecho de la libertad, del libre arbitrio” (Dussel, E. 1977).

Cuando el otro, se transforma entonces en exterioridad de la totalidad del sistema, surge entonces como un no-ser. La mujer en la sociedad machista, o el huérfano son negados por la totalidad, transformándose en lo bárbaro. Se transforman en la nada. Sin embargo, será desde esta nada donde precisamente brotará lo radicalmente nuevo, es desde el no-ser para la totalidad, desde donde surgirá en la historia lo nuevo.
Junto con la libertad revelada, en virtud de la razón, nos encontramos frente a la imposibilidad de conocer a cabalidad la exterioridad del otro, que se transforma en misterio para la totalidad. Lo incomprensible de la exterioridad pone en evidencia que la razón no puede abarcar toda la realidad del otro, y en vez de transformarse ese espacio no conocido en irracionalidad, da lugar a la fe. Para el autor, “aceptar la palabra del otro porque él la revela sin otro motivo que porque él la pronuncia es la fe” (Dussel, E. 1977). Estamos entonces en el ámbito donde la razón no da respuestas, pues donde no se puede adentrar la razón, damos paso a lo que la fe puede desentrañar: el misterio del otro como otro.

Claro está además, que “la razón se ha tornado el arte de preveer y ganar la guerra” (Dussel, E. 1977) y en virtud de ello, se ha posicionado el discurso de la filosofía de la liberación en como un pensar el mundo desde “la exterioridad alterativa del otro” (Dussel, E. 1977), negando desde esa posición el ser del sistema dominante y su utopía “en nombre no de una utopía futura sino de una utopía presente: los pueblos periféricos, las clases oprimidas, la mujer y el hijo” (Dussel, E. 1977).


Este hecho da paso a lo que Dussel llama “Pulsión de Alteridad”, entendiendo que  esta “pulsión, deseo, amor de justicia real, es como el huracán que destruye los muros, abre la brecha en la frontera ontológica y se vuelca torrencialmente a la exterioridad. La metafísica no sólo se juega en la fe ante la palabra interpelante, sino en la pulsión que moviliza, transforma, subvierte la realidad misma” (Dussel, E. 1977).





Ciudad de Casablanca, Capital Vitivinícola de la República de Chile.
Miércoles 19 de Febrero de 2014. En el 24° Aniversario de la Toma de la Universidad del Estado Tennesee USA.

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