A Propósito de la experiencia de Pirque.
(Escrito en el Verano de 2011)
Por Michel
Bahamondes Barahona
1.-
El Renacer de las Esperanzas
Siendo bien honesto, desde el 16 de Agosto hasta el 29
de Enero recién pasado, me pareció vivir en una especie de desierto, donde en
medio de la aridez de los entornos y las hostilidades sutiles, encubiertas o
inconscientes; podía percibir que la voz del Maestro me preparaba para recorrer
un camino que suele ser escarpado y desafiante, como las cumbres nevadas que
exigen de la disciplina y la resiliencia, de quienes tienen la osadía de
pretender la cima.
No obstante, el domingo 30, el Espíritu me llevó hacia
fuentes donde brota agua viva y pude refrescar la sed, descansando alma y
cuerpo. La experiencia de Pirque ha sido intensa y exigente desde su génesis;
permitiendo evidenciar la forma y el fondo con que quiero vivir este nuevo
proceso en mi consagración a Jesús y su Proyecto.
En primer lugar rescato el proceso de autogestión y
financiamiento del retiro, pues no sólo es la actitud que se espera de un
adulto, sino que también responde a mi deseo de ser protagonista de este camino
junto al Maestro. Proactividad la llaman algunos… Pasión le llamamos otros.
Desde un primer momento pude palpar la presencia de
esa fuerza renovadora que nos invita a vivir con generosidad y “creatividad” la
experiencia de liberación junto al pueblo sencillo, pues tuve que caminar cerca
de 1,5 kms. desde el paradero del metrobus hasta la casa de retiro; todo
rodeado de una hermosa y frondosa vegetación, en un atardecer que iluminaba
todo con un resplandor esperanzador
2.-
El Encuentro
A mitad del camino, el jeep blanco de la hna. Karoline
Mayer se detiene para preguntar si yo también voy al retiro. Mariano con su
humor particular me invita a subir sobre el techo del vehículo pues iba repleto
en su interior. La llegada ya era, simbólicamente, un adelanto de la semana:
muchas canas y niños.
La generación más joven estaba representaba por los
jóvenes religiosos de los sscc y de los hnos. maristas; junto a un grupo de
profesionales jóvenes comprometidos en la cercanía e inserción en un medio
poblacional.
La fraternidad que se construye desde la espontaneidad
de lo cotidiano, de la organización del comedor o de las habitaciones, fue lo
primero que me conmovió. Aquí todos cooperamos con todos y todas; y no se
necesita que nadie “paquee” a nadie.
El transcurrir del retiro en su estructura era bastante
simple: oración a las 8 am, luego desayuno y un tema a las 9:15 hrs. El primer
día nos sorprendió Sergio Torres con algunos elementos de la eclesiología del
Vaticano II y el estancamiento de este proceso en la iglesia. Después de un
espacio para la reflexión y el debate, el almuerzo y luego tiempo libre que la
mayor parte de los asistentes compartíamos en la piscina del lugar.
En la noche, después de la cena, nos juntábamos a
celebrar la fe. El primer día trabajé en la comisión que preparó la Cena del Señor,
que se nos propuso deconstruir para ofrecer algo novedoso y cercano a la
experiencia de quienes participaban en el retiro.
Volver a experimentar “la presión” de tener que ser
“creativos” en la liturgia me hizo recordar los experimentos en tiempos del
Alfonsiano y de las propuestas de la casa de formación. Sin duda fue una
experiencia significativa al enlazarse en un trabajo en equipo y al retrotraer
recuerdos actualizándolos al presente.
El resto del tiempo se conjugaba con tiempos de
silencio, adoración en la pequeña capilla, conversaciones fraternas
(compartiendo experiencias de vida, visiones de iglesia, sueños, frustraciones
y desafíos) y el trabajo grupal, compartiendo y sintetizando la reflexión del
día de manera comunitaria.
Un espacio que agradezco enormemente fue el poder
trabajar con los niños y niñas del retiro, con los que evidentemente se forma
un vínculo estrecho y significativo. Un padre de familia fue el que me invitó a
trabajar juntos y terminamos formando un equipo que además complementaban un
hermano marista y dos jóvenes universitarias que también se encontraban
viviendo la experiencia de retiro.
También resultaron significativas una liturgia de la
reconciliación (donde tuve el honor de compartir y conmoverme con el testimonio
y la ternura de Anita Gossens); y una hermosa celebración de la palabra que
terminó con una llamada de Mariano a todos los jóvenes del retiro. Allí en la
complicidad de la noche, el anciano soñador compartió sus inquietudes con todos
nosotros que recién comenzamos a caminar, o que tenemos al menos, la inquietud
de seguir a este Jesús encarnado en medio de su pueblo mayoritariamente
empobrecido, excluido y oprimido. Escuchar que Mariano nos llamaba por nuestros
nombres, nos preguntaba nuestro parecer o se inquietaba con nuestras búsquedas,
fue un signo de recíproca gratitud y de esperanza compartida.
3-.
Silencio cuestionador.
A la hora de almuerzo, en medio del silencio, un
hermano o hermana nos leía fragmentos del libro “JESÚS: Aproximación histórica” de José Antonio Pagola (que por
supuesto ya encargué un ejemplar a la Argentina) que iba motivando este
encuentro personal con el Señor Jesús que invita y desafía. También
compartíamos lecturas del libro “Conversaciones
con Ronaldo Muñoz” de Enrique Moreno, especialmente sus reflexiones sobre
tres ideas fundamentales: Jesús, los pobres y la fraternidad.
En términos personales, este espacio de reflexión en el silencio, y su
continuación en adoración o de trabajo personal fueron girando en torno a estos
tres conceptos fundamentales y su vivencia en medio de la comunidad y del ser
redentorista; concluyendo que es desafío urgente reinventar formas efectivas
para vivir a conciencia esta propuesta
4.-
Encuentro con Jesús, opción preferencial por los pobres y vivencia comunitaria.
La trilogía que marcó desde el inicio el retiro,
concordaba perfectamente con las búsquedas de muchos de los que estábamos allí,
quienes fuimos invitados desde el primer encuentro a vivir el retiro (y la
vida) desde una triple opción: por Jesús, por los pobres y por la vivencia en
comunidad. Desde este prisma, la mirada de la experiencia de retiro me
permitió, comprender la sutileza que significaba compartir mayoritariamente con
niños y ancianos durante la semana; signo de lo que sucede en la iglesia de
nuestros tiempos y de aquellos que están excluidos de los modelos sociales
imperantes. Una iglesia de niños y ancianos es la iglesia que hace la opción
por Jesús… y a esa Iglesia me siento llamado, en esta hora, a servir.
La reflexión de esta realidad desafiante; y de cara a
los testimonios de quienes había leído sus hazañas pero no tenía el gusto de
conocer personalmente, me permitió integrar esperanzado el camino de búsqueda
trazado hasta hoy. Es en síntesis, desde este lugar social y eclesial que
comprendo personalmente el llamado a vivir mi consagración. Será desde esta
vereda donde el caminar va inflamando el corazón a pesar de la desazón que
significa construir desde la minoría o la periferia territorial, social,
cultural y eclesial.
5.-
Desde la Fraternidad se transita mejor hacia los Sueños
El sueño de consagrar la vida a Jesús, a su causa y a
una comunidad reunida en la asamblea de la iglesia, adquiere otros matices,
comprendiendo la realidad que vivimos actualmente; donde el consenso del grupo
de jóvenes (religiosos y profesionales) indicaba que al tiempo nuevo, desafíos
nuevos y que exigen nuevas respuestas a las que nosotros somos llamados a
testimoniar en medio del mundo. Estos días, compartiendo con jóvenes religiosos
y profesionales, sintonizados en torno al seguimiento del Maestro, me permitió
comprender otra dinámica fraterna, menos entintada por la limitación afectiva o
el hacinamiento; configurada desde la
libertad de los hijos de Dios en la búsqueda de la justicia del reino y desde
esta riqueza, me siento llamado a compartir al interior de la comunidad en la
que me toque vivir como congregado.
Mi reflexión, considerando esta invitación del
Maestro, transitaba tanto por el ejercicio de la profesión (había sociólogos,
educadora de párvulos, terapeuta ocupacional, educadora diferencial y
psicólogos) al servicio del pueblo y con un claro compromiso en la
transformación social (enfocada hacia el Reino o reinado del Dios Abbá); como
por el proceso de formación a la vida religiosa como un tiempo de reflexión
crítica de la realidad que nos toca enfrentar a la luz de las exigencias y alegrías
que brotan de la Buena Noticia del Evangelio.
Esperanzador me resulta, en términos concretos, el
hecho de comenzar este camino en Valparaíso, considerando toda la densidad
histórica que habita en el cerro Cordillera; con la memoria del padre Gabriel,
su Población Obrera, el Taller de Acción Comunitaria y la vivencia de las Ceb’s tanto en la
parroquia, como el proceso diocesano que se vive en la parte alta del puerto.
No es menor el detalle de comenzar el nuevo camino en la parroquia donde fui
bautizado, pues radicalizar el bautismo desde la opción de la vida religiosa
redentorista, no sólo es un postulado teológico en el mundo de las ideas, sino
que tiene un peso que se encarna en mi propia historia personal y en mi propio
cuerpo finalmente.
Valparaíso irradia esperanzas y motiva a soñar
procesos a mediano plazo, con la apertura de la Facultad de Teología o la
continuidad que me permiten al ejercer la docencia en la mismas PUCV.
Caminar con estas utopías, no son el delirio de un
“adolescente tardío”, como alguien desafortunadamente me etiquetó alguna vez,
con bastante irresponsabilidad profesional; sino que responden a un proceso de
reflexión y una vivencia personal de cara al Maestro de Nazaret. Surgen de la
vida de oración en medio del ajetreo de la vida, de la violencia hacia la mujer
y los niños, situación que como profesional me ha tocado enfrentar; desde el
clamor de liberación de los reos del módulo juvenil con quienes orábamos junto
al pastor pentecostal; del encuentro con el ecumenismo en la iglesia luterana
de Chile; del trabajo con los niños de Quintay y la denuncia del abandono por
parte de las autoridades o de las vejaciones de la empresa privada que les robó
el agua… en definitiva, responde a las utopías de un hombre que según la tradición,
está pronto a cumplir la edad de su Maestro.
5.1.-
De Teología de la Liberación y otros desafíos
Por estas y otras razones más complejas de
desarrollar, considero que la Teología de la Liberación da respuestas a mis
búsquedas personales y comunitarias que he enfrentado los últimos años; y desde
este marco referencial, aún sostengo que necesitamos superar esta teología en
función de una “Teología de la Redención” como apuesta para nuestros tiempos y
que nosotros como redentoristas, acompañados por el Espíritu del Resucitado,
tenemos el deber de desarrollar, impulsar y promover, no sólo desde la tribuna
de la academia, sino desde una “Praxis Redentora” encarnada en nuestra
cotidianeidad.
Desde allí que me parece tan motivador, un signo de
gozo y esperanza, el proceso de reestructuración que la congregación está
viviendo y al cual me siento llamado a participar responsable y vivencialmente;
pues esa “opción preferencial por los pobres” (que para muchos es sólo un
slogan desgastado) vibra en sintonía con nuestro instituto que fue fundado para
“seguir el ejemplo de Jesucristo Salvador
en la predicación de la palabra de Dios a los pobres, como Él dijo de sí mismo:
Me envió para anunciar la buena nueva a los pobres” (Const. 1).
Siguiendo esta intuición, mi deseo de volver a ser
redentorista, se fundamenta en el seguimiento de Jesús que nos motiva y nos
desafía a hacer carne e historia aquello de que “los redentoristas han de poner atención especial a los pobres, a los
de condición más humilde y a los oprimidos, cuya evangelización es signo de la
llegada del Reino de Dios y con quienes Cristo ha querido en cierto modo
identificarse” (Const. 4)
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