sábado, 24 de enero de 2015

La Liberación como exigencia de la Praxis

3.5 La Liberación como exigencia de la Praxis




3.5.1. Hacia una Psicología de la Liberación

Partiendo de la toma de conciencia de que el aporte de la Psicología como ciencia y praxis a los pueblos latinoamericanos es insuficiente y extremadamente pobre, Baró reconoce que ha habido psicólogos comprometidos con la causa de los pobres, pero que en definitiva ha sido un trabajo personal y político al margen de la propia psicología. La psicología en general, no solo desde la psicología social estaría en deuda con los conflictos y problemáticas que enfrentan los pueblos latinoamericanos. En este sentido, plantea que “el quehacer de la Psicología latinoamericana, salvadas algunas excepciones, no sólo ha mantenido una dependencia servil a la hora de plantearse problemas y buscar soluciones, sino que ha permanecido al margen de los grandes movimientos e inquietudes de los pueblos latinoamericanos” (Martín Baró, I. 1998 p. 284).

En términos teóricos se menciona el trabajo de Jacobo Varela y su “tecnología social” o el trabajo psicoanalítico de Pichón-Rivière, y a pesar del gran aporte a la psicología siguen siendo desconocidos en ambientes bastante amplios fuera de Latinoamérica; incluso dentro de ella. Quizás el trabajo más potente de un latinoamericano, con una influencia en la propia historia de los pueblos del cono sur, haya sido la “alfabetización concientizadora” de Paulo Freire, que no sólo nutre el registro teórico, ni lo fecunda con su rica imbricación entre pedagogía, psicología, filosofía y sociología; sino que “sobre todo, la conscientización constituye una respuesta histórica a la carencia de palabra, personal y social, de los pueblos latinoamericanos, no sólo imposibilitados de leer y escribir el alfabeto, sino sobre todo para leerse a sí mismos y para escribir su propia historia” (Martín Baró, I. 1998 p. 285).



Mientras se pueda observar otras ramas del conocimiento y su desarrollo, como la teoría de la dependencia desde la sociología, queda de manifiesto la precariedad del conocimiento psicológico en estas latitudes y la falta de pensamiento propio como aporte a nuestros pueblos. Según Baró, se puede conocer más de la psicología de nuestros pueblos leyendo las novelas de García Marquez o Vargas Llosa que nuestros trabajos sobre personalidad y ciertamente, “la teología de la liberación ha sido capaz de reflejar y estimular al mismo tiempo las recientes luchas históricas de las masas marginales con mucha mayor fuerza que nuestros análisis y recetas psicológicas sobre la modernización y el cambio social” (Martín Baró, I. 1998 p. 285).



Peor aún, ya que la psicología no ha cooperado en el terreno de las luchas populares, ni ha desarrollado teoría propia para los conflictos psicosociales de la población latinoamericana, si ha avalado con su conocimiento importado el psicologicismo imperante e inmovilizador, recuperando para el sistema, incluso aquellos aspectos psicológicos del proceso conscietizador freiriano, encapsulándolos sólo en categorías psicológicas individualistas y funcionales al modelo de desarrollo injusto y opresor.



3.5.1.1 Esclavitud de la Psicología Latinoamericana

En la lógica de Martín Baró, la pobreza de la psicología latinoamericana y su dependencia de otros referentes se debe a dos razones fundamentales: a) su relativa juventud y b) el neocolonialismo cultural al que se somete desde hace un siglo, donde se somete al “garrotazo cultural” y las aparentes ventajas de la “zanahoria modernista y tecnológica”.
En este contexto, el jesuita desnuda tres causas de la miseria histórica de la psicología latinoamericana.

3.5.1.1.1 Mimetismo cientista

En términos generales, a la psicología latinoamericana la sucedió el mismo fenómeno que a la estadounidense a principios del siglo XX, que ante la necesidad de adquirir status científico fijó su mirada en las ciencias naturales, para lograr un método y conceptos que le permitieran consagrarse científicamente y validarse socialmente. La psicología latinoamericana, por su parte, le pidió prestado su bagaje conceptual, metodológico y práctico a la norteamericana, para poder lograr el status social y científico que anhelaba. El problema no estriba tanto en la importación de modelos teóricos y prácticos; sino en su aplicación acrítica por parte de los psicólogos latinoamericanos, quienes han ido desechando los modelos psicoanalíticos y conductuales, no por una visión crítica de ellos, sino más bien porque los colegas del norte están utilizando los modelos cognitivistas, transformando a la psicología latinoamericana en seguidora de las modas estadounidenses. En este sentido, “la aceptación acrítica de teorías y modelos es precisamente la negación de los fundamentos de la misma ciencia. Y la importancia ahistórica de esquemas conduce a la ideologización de unos planteamientos cuyo sentido y validez, como nos lo recuerda la sociología del conocimiento, remiten a unas circunstancias sociales y a unos cuestionamientos concretos” (Martín Baró, I. 1998 p. 289).


3.5.1.1.2 Carencia de una epistemología adecuada

La psicología se fundamenta en presupuestos que rara vez se discuten y que a juicio de Baró, han imposibilitado un el desarrollo de una Psicología latinoamericana.
a)      El Positivismo: ha generado una reducción de los fenómenos psicológicos y sociales a las condiciones ideales del laboratorio donde se investiga, dejando fuera la variable histórica y las lecturas de los fenómenos que vayan más allá de los mensurable desde la mirada del investigador.

b)      El individualismo: con el que se asume al sujeto ultimo de la psicología como el individuo y de desconoce o minimiza el carácter estructural de muchos problemas psicosociales, reduciéndolos a sólo esquemas psicologicistas.

c)      El hedonismo: en todas las teorías psicológicas se encuentra presente el principio de la búsqueda del placer o la satisfacción que no permite comprender otras facetas del ser humano como la solidaridad y al altruismo, evidenciando una trasposición del modelo capitalista a la naturaleza humana.


d)     La Visión Homeostática: que lleva a desconfiar de aquello que signifique cambio y desequilibrio, valorando como negativo aquello que implique ruptura, conflicto o crisis.

e)      Ahistoricismo: el cientificismo dominante nos lleva a pensar que la naturaleza humana es universal y no hay mucha diferencia entre un estudiante universitario en norteamericano y un campesino nicaragüense; y se puede aplicar en ambos casos con dudosa neutralidad criterios diagnósticos o evaluativos con certeza psicológica. Sin embargo, “una concepción del ser humano que pone su universalidad en su historicidad, es decir, en ser una naturaleza histórica, acepta que tanto las necesidades como la inteligencia son en buena medida  una construcción social y, por tanto, que asumir unos modelos presuntamente transculturales y transhistóricos, elaborados en circunstancias distintas a las nuestras, puede llevarnos a una grave distorsión de lo que en realidad son nuestros pueblos” (Martín Baró, I. 1998 p. 292).


3.5.1.1.1 Dogmatismo Provinciano

En relación a la dependencia teórica de la psicología latinoamericana, se configuran a juicio del autor tres falsos dilemas que limitarían el espacio de libertad necesarios para plantear los problemas más acuciantes de los pueblos latinoamericanos.
a)      Psicología científica v/s Psicología con alma: se desarrolla en los centros académicos, donde se tensiona la psicología de carácter más científico, con una antropología cristiana. Se disputa en el aérea del acompañamiento terapéutico enfrentando al acompañamiento espiritual que realizan los sacerdotes católicos en los sectores medios y burgueses, que ven con recelo y cierto peligro a las teorías psicológicas.

b)      Psicología humanista v/s Psicología materialista: es el dilema que desconcierta al autor, pues no logra comprender en qué medida la psicología de Maslow es más humanista que la de Freud, pues a su juicio ambas hacen un aporte a la humanización de las personas.

c)      Psicología reaccionaria v/s Psicología progresista: en este sentido, el autor nos señala que “una psicología reaccionaria es aquella cuya aplicación lleva al afianzamiento de un orden social injusto; una psicología progresista es aquella que ayuda a los pueblos a progresar, a encontrar el camino de su realización histórica, personal y colectiva” (Martín Baró, I. 1998 p. 293). Sin embargo, lo que hace reaccionaria o progresista a una teoría no tiene que ver tanto en su lugar de origen cuanto en su capacidad para explicar u ocultar la realidad; y en su capacidad para reforzar o transformar el orden social.


3.5.1.2 Hacia una Psicología de la Liberación

Considerando la contextualización anterior, y si la psicología quiere dar respuestas a las angustiantes interrogantes de los pueblos latinoamericanos, desde sus sufrimientos y sus luchas, los psicólogos de esta parte del mundo debiesen reformular tanto su bagaje teórico como su práxis profesional. En este sentido, el jesuita nos señala que “si se me permite formular esta propuesta en términos latinoamericanos, hay que afirmar que si pretendemos que la psicología contribuya a la liberación de nuestros pueblos, tenemos que elaborar una psicología de la liberación” (Martín Baró, I. 1998 p. 295). Sin embargo, esta tarea no sólo se configura como una tarea teórica, sino que fundamentalmente práxica, siendo primordial para la liberación de los pueblos que la psicología se libere de sus propias esclavitudes, y será que “realizar una Psicología de la liberación exige primero lograr una liberación de la psicología” (Martín Baró, I. 1998 p. 295).


Dialogando con un connotado teólogo de la liberación, Baró señala lo fundamental en la teología de la liberación, que resulta iluminador para esta liberación de la Psicología.

1)      “La afirmación de que el objeto de la fe cristiana es un Dios de vida y, por tanto, que el cristiano debe asumir como su primordial tarea religiosa promover la vida” (Martín Baró, I. 1998 p. 295). Desde allí que lo que principalmente se opone a esta fe no es el ateísmo, sino la idolatría que genera falsos dioses, como el dinero, y reclama para sí el sacrificio de las mayorías populares.



2)      “La verdad práctica tiene primacía sobre la verdad teorética, la ortopraxis por sobre la ortodoxia” (Martín Baró, I. 1998 p. 295). Por esta razón, para la teología de la liberación es más importante el hacer que el decir, en función de manifestar en la historia presente el Sacramento de Salvación de un Dios que libera históricamente a los pueblos oprimidos.



3)      “La fe cristiana llama a realizar una opción preferencial por los pobres” (Martín Baró, I. 1998 p. 295). Se comprenderá entonces que la teología de la liberación plantee que a Dios hay que buscarlo entre los pobres y marginados, y en medio de ellos, y junto a ellos vivir la fe. La opción por los pobres, será entonces el quicio de la praxis cristiana desde la religión subversiva, sin por ello limitar el universalismo de la salvación, pero sí define desde este lugar socioeclesial el privilegiado para realizar la tarea salvífica de la construcción del Reino de Dios.


Será por esta influencia que el jesuita declarará que “desde la inspiración de la teología de la liberación podemos proponer tres elementos esenciales para la construcción de una Psicología de la Liberación de los pueblos latinoamericanos: un nuevo horizonte, una nueva epistemología y una nueva praxis” (Martín Baró, I. 1998 p. 295).



3.5.1.2.1 La Opción por los pobres como Nuevo Horizonte

Siguiendo esta intuición, la Psicología latinoamericana debiese despreocuparse de buscar su status científico y social, para desembocar sus fuerzas históricas en un servicio eficaz a las necesidades de las mayorías populares. “Por tanto, si la necesidad objetiva más perentoria de las mayorías latinoamericanas la constituye la liberación histórica de unas estructuras sociales que les mantienen oprimidas, hacia esa área debe enfocar su preocupación y su esfuerzo la Psicología” (Martín Baró, I. 1998 p. 295). Y en este sentido, deberá trabajar en un proceso de conscientzación al estilo freiriano, que significa últimamente una ruptura con las cadenas de la opresión tanto personal, como comunitaria y social.


3.5.1.2.2 Una Nueva Epistemología

Si se pretende trabajar a favor de la liberación de los pueblos oprimidos latinoamericanos, la psicología de la liberación debiese buscar nuevas formas de construir su conocimiento psicológico, pues la verdad de los pueblos no se encuentra en su presente de opresión sino en su futuro de libertad; y se presenta el hecho concreto de que la verdad de los pueblos no hay que encontrarla sino que construirla y ello significa configurar una nueva perspectiva para mirar la realidad y una nueva praxis profesional. Se trata finalmente de que pensemos y teoricemos no para los oprimidos, sino desde ellos; “y así como la teología de la liberación ha subrayado que sólo desde el pobre es posible encontrar al Dios de vida anunciado por Jesús, una Psicología de la liberación tiene que aprender que sólo desde el mismo pueblo oprimido será posible descubrir y construir la verdad existencial de los pueblos latinoamericanos” (Martín Baró, I. 1998 p. 298).


3.5.1.2.3 Una Nueva Praxis

Considerando que lo opaco de la realidad se ilumina mientras el psicólogo opera sobre ella transformándola, se hace urgente la toma de conciencia que la mayoría de las veces se actúa desde el centro del poder, ya sea como clínico, educacional e incluso comunitario. “De allí que para adquirir un nuevo conocimiento psicológico no baste con ubicarnos en la perspectiva del pueblo, es necesario involucrarnos en una nueva praxis, una actividad transformadora de la realidad que nos permita conocerla no sólo en lo que es, sino en lo que no es, y ello en la medida en que intentamos orientarla a lo que debe ser” (Martín Baró, I. 1998 p. 299). Será entonces una praxis popular, que tome partido y se involucre en la causa de los explotados y excluidos, traduciéndose finalmente en una opción ética, desde donde no sólo se transformará la estructura de injusticia, sino que a la vez, se construirá un nuevo conocimiento.






3.5.1.3. Tres Tareas Urgentes

Dado la novedad de la psicología de la liberación, son muchas los desafíos que se le presentan tanto a nivel teórico como práctico. Baró nos presentará tres tareas que a su juicio le parecen de especial importancia: 1) la recuperación de la memoria histórica, 2) la desideologización del sentido común y de la experiencia cotidiana, y 3) la potenciación de las virtudes populares.

3.5.1.3.1 La Recuperación de la Memoria Histórica

Frente al presentismo histórico naturalizante que mantiene sujeta a las mayorías de los pueblos latinoamericanos, sumergidos en un fatalismo que mantiene una imagen negativa de sí mismos en relación a otros pueblos, se hace necesario recuperar la memoria histórica que permita “descubrir selectivamente, mediante la memoria colectiva, elementos del pasado que fueron eficaces para defender los intereses de las clases explotadas y que vuelven otra vez a ser útiles para los objetivos de lucha y conscientizacion” (Martín Baró, I. 1998 p. 301). En este sentido, se trata de recuperar no sólo la historia de un pueblo, sino aquellos elementos que sirvieron ayer y pueden servir hoy para un proceso de liberación

3.5.1.3.2 Desideologización de la experiencia cotidiana

Partiendo de la base de que el conocimiento es una construcción social, la realidad latinoamericana se ha configurado con un constante “garrotazo cultural”, a través de los medios de comunicación social que transforma una realidad desde una mentira sistemáticamente construida, conformando de esta forma un  falso sentido común y desfigurando la experiencia cotidiana de la mayoría de las personas, sobretodo de aquellas en situación de opresión y exclusión. “Desideologizar significa rescatar la experiencia original de los grupos y personas y devolvérsela como dato objetivo, lo que les permitirá formalizar la conciencia de su propia realidad verificando la validez del conocimiento adquirido” (Martín Baró, I. 1998 p. 302).


3.5.1.3.3 Potenciación de las Virtudes Populares

La historia contemporánea ha dejado al descubierto por lo menos en el pueblo salvadoreño, una inquebrantable solidaridad frente al sufrimiento, una gran capacidad de sacrificio y de entrega por el bien colectivo y una tremenda fe en la capacidad humana para transformar el mundo. En este sentido Baró nos recuerda que “Monseñor Romero, el asesinado arzobispo de San Salvador dijo en una oportunidad refiriéndose a las virtudes del pueblo salvadoreño: “Con este pueblo, no es difícil ser buen pastor”. ¿Cómo es posible que nosotros, psicólogos latinoamericanos, no hayamos sido capaces de descubrir todo ese rico potencial de virtudes de nuestros pueblos y que, consciente o inconscientemente, volvamos nuestros ojos a otros países y a otras culturas a la hora de definir objetivos e ideales?” (Martín Baró, I. 1998 p. 302).


Finalmente, el jesuita reflexiona sobre el gran desafío que le compete a la Psicología de la Liberación, si quiere ser una herramienta útil y comprometida con los pueblos latinoamericanos y si quiere profundizar en un aporte significativo a todo el conjunto de la Psicología universal, sin embargo enfatiza en el hecho de que “una Psicología de la Liberación requiere una liberación previa de la Psicología, y esa liberación sólo llegará de la mano de una praxis comprometida con los sufrimientos y esperanzas de los pueblos latinoamericanos” (Martín Baró, I. 1998 p. 302).


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