sábado, 21 de mayo de 2016

DEL LADO DE LOS EMPOBRECIDOS Y LAS INJUSTICIADAS: PSICOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN DESDE VALPARAÍSO





El siguiente trabajo, pretende dar cuenta de la investigación teórica sobre la influencia de la Teología de la Liberación en la Psicología de la Liberación de Martín Baró.
En un principio, lo que se ha propuesto como modalidad de trabajo, ha sido desde la perspectiva de las metodologías cualitativas, un análisis documental de las principales obras de la Filosofía de la Liberación, la Teología de la Liberación y el libro póstumo de Martín Baró “Psicología de la Liberación”.
Para cumplir con los objetivos trazados, se han sintetizado y sistematizado estas obras en función del conocimiento psicológico, para dialogar posteriormente en un ejercicio hermenéutico e interdisciplinario sobre los alcances de estas áreas del conocimiento tanto a nivel teórico metodológico, como praxico-conscientizador, en vistas de su aplicación al campo de la Psicología Socialcomunitaria Latinoamericana, o Psicología de la Liberación.
Para terminar este trabajo se realizan en el último capítulo los análisis finales a modo de conclusiones y se intenta un bosquejo de proyección del trabajo en el tiempo.
Palabras Clave: Psicología de, Teología de, Filosofía de; la Liberación




Introducción:


En el sano ejercicio académico de abordar la empresa de una tesis de grado, para obtener el Título de Psicólogo profesional en la Universidad de las Artes y Ciencias Sociales Sede Valparaíso; nos atrevimos en el abordaje de una temática prefigurada en la Asamblea Plenaria del VIII Congreso de Psicología Social de la Liberación; (realizado en la FLACSO de la Universidad de Chile, Santiago de Chile 10 de Noviembre de 2007), y profundizada por los y las colegas en la Universidad de la Tierra de San Bartolomé de las Casas, Chiapas. Al sur de México.

El IX Congreso de Chiapas[1], nos impulsó en 2008 a trabajar en la línea teórica de la Memoria y señalaba profundizar a partir de la obra de Jon Sobrino.  
Con el objeto de clarificar la desafiante labor técnica que significar leer Cristología de la Liberación; para comprender esta influencia en el pensamiento psicológico del Dr. En Psicología Social de la Universidad de Chicago; Mártir de la Liberación y sacerdote jesuita, Ignacio Martín Baró; asesinado a manos de un comando del Ejército en la República Martirial del Salvador; el 16 de Noviembre de 1989 (Carranza, S. 2006. Págs.15-29); y así dialogar con el acervo de la Psicología Latinoamericana a disposición, con la Teología Cristiana incluso católica “De La Liberación”, nos llevó al trabajo del teólogo chileno Ronaldo Muñoz Gibbs Ss.Cc. (Muñoz, R. 1973)

Siguiendo sus orientaciones epistemológicas, antes de su muerte acaecida en Santiago de Chile el 15 de Diciembre de 2009; el Dr. En Teología de la Universidad de Regensburg (Venegas, C & Moreno, E. 2010); nos invitó a rescatar el significante EMPOBRECIDO (Muñoz, R. 2009; Venegas, C & Moreno E. 2010), para comprender la conocida “Opción por los Pobres” de la Iglesia Católica Latinoamericana. (Celam 1968; Celam 1978; Celam 1992; Celam 2007; Ellacuría, I. & Sobrino. 1993, Muñoz, R. 2010; Müller, G. & Gutiérrez, G. 2005).

Con esta estructura en mano, nos dedicamos a comprender el proceso histórico que moviliza el asesinato de Ignacio Martín-Baró, muerto por efectivos del estado, en una república eminentemente católica, como lo era la República del Salvador en la década de los 80’s.
En el ejercicio académico aparece el acontecimiento histórico-teológico del Concilio Ecuménico Vaticano II y su consecuencia pastoral en América latina, sistematizadas en las Conferencias del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, celebradas en Medellín (Celam,1968) y Puebla (Celam,1978).

La “Opción por los Pobres (o los EMPOBRECIDOS) guía entonces el eje Epistemológico para la interpretación de la realidad que el IX Congreso nos llamó a trabajar.
para Ingresar en la reflexión de la Cristología de Sobrino, desde lo que logra comprender la Psicología Social de la Liberación Latinoamericana, se hizo necesario rescatar la Memoria de la Filosofía (Dussel, E. (1977). “Filosofía de la Liberación”. 1ra. ed. Edicol. Ciudad de México. 213 p.; Dussel, E. (1993). “Teología de la Liberación y Marxismo”. En Ellacuría, I. & Sobrino, J. ed. “Mysterium Liberationis: Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación”. 3ra. ed. UCA. San Salvador. Tomo I.  p. (115 – 144).) y la Teología  llamadas “De La Liberación” (Gutiérrez, G. (2008) “Teología de la Liberación. Perspectivas” 12ª. ed. CEP. Lima.)..


Sendos Insumos nos sorprenden en cuanto a la riqueza de su aporte, en cuanto a la realidad de “Los Empobrecidos y las Injusticiadas del Chile actual”; que transita con relativa libertad por la Capital Legislativa de la República de Chile: La Ciudad Puerto de Valparaíso. Patrimonio de la Humanidad Según UNESCO (Unesco, 2000).
El mega incendio de Domingo de Ramos de 2014, y su señal de destrucción y desamparo, son el quicio desde donde entendemos a LOS EMPOBRECIDOS Y LAS INJUSTICIADAS en este territorio.
Sin querer caer en la psicología del “Coquí” (Martín Baró, I. 1998. Pág 313), la Psicología de la Liberación en Valparaíso, parece encarnarse en la destrucción sistematica del entorno natural por el abuso del modelo político-económico, que ha dejado en evidencia, en el proceso posterior al incendio, a una población violentada en el más absoluto desamparo.

1 CONCLUSIONES DE LA INVESTIGACiÓN

En la siguiente síntesis se desarrolla, al término del proceso de investigación el análisis final y se proponen las conclusiones en torno a la metodología utilizada, las implicancias que se obtuvieron del ejercicio propio de la tesis en relación a la Influencia de la Teología de la Liberación en el pensamiento de Martín Baró y las proyecciones que consideramos se desprenden de nuestro trabajo.


Siguiendo la técnica del análisis documental (Clauso García, A. (1993). “Análisis Documental: El análisis formal”. Revista General de Información y documentación, Vol 3 (1), 11-19. Edit. Complutense. Madrid), se produce a poco andar un leve cruce con otras técnicas cualitativas, como el análisis de discurso o el análisis de contenido. En el trabajo de esta tesis, optamos por el ejercicio primero, pues nos permitió una mayor libertad al momento de realizar el trabajo hermeneútico, ya que nos exigió en un primer momento sintetizar y sistematizar el trabajo de los autores seleccionados, para que posteriormente, con esa base de insumos, pudiésemos desde una mirada sinóptica comprender los procesos y fenómenos que se intentan explicar, desde cada disciplina. Este hecho, a nuestro juicio, permitió tener una mirada de conjunto, dado la extensión de las materias abordadas y la diversidad de disciplinas con las que se intentó discutir, en un proceso dialectico constante.
La dificultad que esto nos produjo en el proceso de sistematización, se debió principalmente a lo extenso que resultó todo el trabajo a lo largo del tiempo, desde la selección del material, hasta su síntesis y posterior sistematización. En este sentido, fueron fundamentales las conversaciones con el profesor guía, quien nos posicionó siempre en la perspectiva de un trabajo de sistematización de aquello que para la psicología resulte fundamental, y en la depuración de los criterios de distinción de las temáticas y análisis de los contenidos de manera recursiva, volviendo desde la esfera de la filosofía o la teología, al terreno de la disciplina psicológica.
Finalmente el producto que se entrega, es una sistematización sintética de las propuestas centrales de cada autor, en la perspectiva de los sentidos que se pueden rescatar desde el pensamiento de Martín Baró y su Psicología de la Liberación (Martín Baró, I. 1998).





En virtud de las interrogantes que dirigieron esta investigación y en sintonía con los objetivos propuestos se realiza un análisis a modo de conclusiones, considerando el diálogo entre Psicología de la Liberación y la Filosofía de Dussel; junto con las conclusiones que brotan de la discusión con la Teología de la Liberación de Gutiérrez y Sobrino.


Desde el análisis fenomenológico que plantea Dussel en su Filosofía de la Liberación (Dussel, E. (1977), resulta significativa su propuesta del fenómeno de la Proximidad, en términos de una “Pulsión de Alteridad” (Dussel, E. 1977  Pág. 57), En la irrupción del “otro”, del hacer aparecer al no-ser negado por el sistema opresor, se vivencia un gesto liberador cargado de una profunda humanidad que, en sintonía con la propuesta barista, restituye el carácter personal de las relaciones alienadas en términos de proxemia (Dussel, E. (1977). El otro pasa de ser un objeto recortado desde la exterioridad para transformarse en mi hermano, eliminando las distancias excluyentes y permitiendo el encuentro con lo propio del ser humano; la fraternidad y la construcción comunitaria de un diseño distinto al propuesto por el modelo opresor. Desde esta perspectiva, en la solidaridad con los marginados, devolviéndoles el ser propio que les perteneces, inevitablemente se violan las leyes de la opresión y se construye en la realidad histórica presente una nueva relación, donde idealmente se desenmascara la alienación económica, la opresión erótica sobre la mujer y el yugo pedagógico sobre los hijos e hijas. En el acontecimiento liberador, encontramos una perforación subversiva del sistema impuesto; generando una nueva sociedad, y en esta nueva sociedad, se revela un hombre y una mujer nuevos; tarea a la que finalmente apunta el proyecto barista de la Psicología Liberadora. En la irrupción de esta pulsión de alteridad, en el rescate del no-ser se incuba el germen de la subversión. Si la Psicología latinoamericana logra desarrollar su proyecto, se transformará entonces en una “Psicología de la Alteridad Subversiva”.



En el desarrollo teológico de Gustavo Gutiérrez, hay una innegable centralidad en el Dios de los Pobres (Gutiérrez, G. 2008; Del Campo, C. 2010. Pág 30; Muñoz, R. 1973.Costadoat, J. 2008. Págs. 131-146; Sobrino, J. 2008; Sobrino, J.2000.  ). En el gesto liberador del Éxodo, ese Dios no sólo libera a un grupo de esclavos empobrecidos, sino que también constituye un Pueblo que conquistará su libertad en la historia después de un alegórico tránsito por el desierto. Este Dios Vivo, no sólo suscita un libertador en la figura de Moisés; sino que acompaña a su Pueblo en la travesía de la liberación. Vive en medio de ellos, simbólicamente tiene una “Tienda”, al igual que el resto de las familias, donde el pueblo, en la persona de Moisés puede dialogar con este Dios Liberador (Gutiérrez, G. (2008) . Esta experiencia histórico-espiritual es la que está presente en la Teología de la Liberación y su obstinada Opción por los Pobres (Gutiérrez, G. (2008). Reconoce en ellos la presencia sacramental del Dios de Jesucristo, aquel que liberó a los esclavos de Egipto, y se compromete en vivir la fe comunitariamente, (desde la perspectiva de la religión subversiva graficada por Martín Baró), en medio de ellos, compartiendo su destino, viviendo en sus barriadas, sufriendo también la exclusión, la represión y el martirio. Esta actitud, responde a la necesidad de vivir más en función de una ortopraxis, que dé testimonio histórico, coherente, creíble y creyente, de la fe que se fundamenta en Jesucristo y en la Iglesia de los Pobres (Gutiérrez, G. 2008). Finalmente, ese Dios Liberador que se encarna en la Persona de Jesucristo, vuelve a entrar en la historia naciendo y viviendo en medio de los más pobres y excluidos; incluso comparte su destino de opresión al ser asesinado en la cruz por encarnar un proyecto subversivo al que defendían los administradores del poder.



En la intuición de Baró, se trasluce esta inquietud ética (Martín Baró, I. 1998), en el compromiso de la Psicología latinoamericana y de los psicólogos y psicólogas que se enfrentan a los conflictos de los pueblos oprimidos. Tomar partido por las masas populares, por su causa, en la obra del jesuita no es un florilegio discursivo; sino que adquiere cuerpo en una categórica propuesta de trabajo disciplinario y en una contundente línea teórica práxica. El proceso de conscientización del que majaderamente echa mano; así como la intuición de profundizar en la investigación-acción no es sólo un compromiso disciplinario; sino que encarna una profunda y valiente obligación ética (Martín Baró, I. 1998. Pág. 296.). El compromiso con  las masas populares, se convierte desde el prisma de la Teología de la Liberación en “Opción por los Pobres” y esa opción por los pobres, no es más que comprometerse con el Reverso de la Historia.





En el desarrollo cristológico de Jon Sobrino (Sobrino, J. (1991). “Jesucristo Liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret”. 4ta. ed. UCA. El Salvador. 455 p.), hay un estudio en la espesura de la persona del Jesús histórico. Se constituye, de hecho, desde la lógica de una lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret. Desde esta opción histórica, podemos desentrañar aquellos aspectos que van conformando con mayor profundidad el acervo de conocimiento de la Teología de la Liberación; que funda su experiencia de fe, precisamente en la persona de Jesús: el Cristo (Sobrino, J. (1991) pág.17)
Junto con rescatar la humanidad presente en la forma en que Jesús se acerca a los otros, regresándoles su dignidad de persona, descubre la centralidad en su predicación. Jesús centrará su predicación, tanto en hechos como palabras en dos conceptos profundamente importantes tanto por su contenido teológico, como por sus implicancias psicosociales.

En la experiencia de Jesús, Dios es Abbá; un Padre maternalmente amoroso y misericordioso y su predicación llama a la conversión personal y comunitaria bajo la esperanza del Reino de Dios. Tanto la figura de un Dios cercano y amoroso como el Abbá de Jesús, como la Buena Noticia de la llegada de su Reino son motivo de esperanza para el pueblo creyente; pues desde la perspectiva de la religión subversiva (Martín Baro.I. 1998. Págs. 267-280), este Reino, tiene un componente histórico fundamental, pues no sólo se vivirá el Reino después de la muerte; sino que es responsabilidad de los cristianos y cristianas ayudar a su construcción en el presente (Sobrino, J. (1991) pág.121)

En este sentido, se logra comprender el fenómeno de transformación social que surge con fuerza en Latinoamérica desde las CEBs, y que provocó pavor tanto en Roma como en Washington. Si el Dios Abbá se preocupa de la liberación de su pueblo, se preocupará de su proceso conscientizador; y ese proceso conscientizador llevará necesariamente a un compromiso con una sociedad basada en el respeto, la justicia y el amor; convirtiendo a los cristianos y cristianas en agentes de transformación social, pues construyen el Reino que llegará en plenitud en el futuro escatológico (Gutiérrez, G. 2008).

La verdad de los pueblos, no está en el presente de opresión, sino en el futuro de libertad señala Baró (Martín Baró, I. 1998. Pág. 319). Desde esta perspectiva, el proyecto de liberación se transforma en un proyecto cuya realización se concreta en el futuro. Los psicólogos que trabajan no en la búsqueda de la verdad, sino en su construcción histórica; están de una u otra manera diseñando una sociedad con un horizonte escatológico, sintonizando sin una necesaria militancia religiosa con los ideales de fraternidad, justicia y libertad que constituyen la esperanza en la promesa del Reino de Dios, que se construye en el presente, pero que se plenificará en el futuro escatológico (Sobrino, J. (1991) pág.137)
.
En este sentido, tanto la propuesta de la Psicología de la Liberación, como el diseño liberador de Dussel y el Reino de Dios de Sobrino, convergen en su elaboración de futuro; y ese futuro de libertad, justicia y fraternidad tanto en la Filosofía como en la Teología se comprende desde una perspectiva escatológica. Por sus similitudes en la propuesta que diseña Martín Baró, sobre las formas que debiese encarnar la liberación histórica de nuestros pueblos, desde su praxis transformadora del mundo material y del mundo social, su compromiso ético con las mayorías populares y la construcción de la verdad de estas mayorías en su futuro de libertad; concluimos que la Psicología de la Liberación es también una Psicología Escatológica.

El trabajo más acabado de Ignacio Martín Baró, desde la perspectiva psicosocial, influenciado por la Teología de la Liberación, parece ser su análisis en relación a la Guerra Psicológica y la distinción entre Religión del Orden y Religión Subversiva (Martín Baró, I. 1998. Págs. 248-250)..

Si desde el registro religioso de los pueblos latinoamericanos, aun en su mayoría cristianos, nos permite comprender desde la ciencia de la Psicología, como estos pueblos piensan, sienten y actúan bajo este modelamiento desde las representaciones religiosas; los científicos sociales podemos contar con una potente herramienta de análisis a la hora de enfrentar los procesos histórico sociales y político económico de  los pueblos latinoamericanos (Martín Baró, I. 1998. Pág. 247).



No sólo el fatalismo, como síndrome que sostiene el orden injusto y opresor adquiere otra densidad desde esta perspectiva (Martín Baró, I. 1998. Pág. 97-101); también podremos vislumbrar por qué los pueblos se convierten en pasivos objetos de la opresión por su registro psicosocial y religioso, o en su defecto en activos sujetos transformadores de la historia.


Si la Psicología de la Liberación asume en serio el aporte de la Teología de la Liberación en su conjunto, como religión subversiva ya sea desde el aspecto teórico-metodológico, como praxico-conscientizador (Martín Baró, I. 1998.);  no sólo tendremos una herramienta novedosa a la hora de hacer el análisis histórico de nuestros pueblos desde la perspectiva psicosocial, sino que podremos construir una verdad más objetiva y cercana a la lucha de nuestros pueblos, de sus frustraciones y anhelos; permitiéndonos una lectura histórica más confiable y un diseño de intervención más cercano a la realidad concreta de las personas y las sociedades latinoamericanas; confluyendo finalmente en una Psicología de la Liberación, de verdad liberada y liberadora; que dé respuestas concretas a los conflictos de nuestros pueblos y que logre una transformación de la sociedad en la perspectiva del hombre y la mujer nuevos para un mundo más justo, fraterno y libre.

2 PROYECCIONES


El trabajo realizado, a nuestro juicio, no cierra la discusión en torno a la influencia de la Teología de la Liberación al pensamiento de Martín Baró y su Psicología Social. Al contrario, creemos que se han abierto desde el ejercicio teórico, áreas poco exploradas en el desarrollo de la Psicología de la Liberación, en cuanto pensamiento propiamente latinoamericano y el diálogo fructífero con otras áreas del conocimiento.


Un trabajo interesante que quedó sin desarrollar en nuestra tesis, dice relación con el proceso conscientizador y la pedagogía de Paulo Freire (Montero, M. (2004) “Introducción a la Psicología Comunitaria: Desarrollo, conceptos y procesos”. 1ra. ed. Paidós. Buenos Aires. 320 p.) ; en cuanto al trabajo con los sectores más vulnerables y que de una u otra forma les permitiría poder leerse en su propio contexto y configurarse como sujetos de su propia historia.
Otra temática que se abre, dice relación con las nuevas expresiones de la Teología de la Liberación en sus vertientes más nuevas, como la Teología Feminista, la Ecoteología o la Teología Indígena (Hermano, R & Bonavía, P (ed.) (2009) “Construyendo puentes entre teologías y culturas. Memoria de un itinerario colectivo” 1ra. ed. Doble Clic. Montevideo. 341 p; Muñoz, R. (2009). “Nueva Conciencia Cristiana en un mundo Globalizado”. 1ra. ed. LOM. Santiago de Chile. 306 p; Sanchez Vidal, A. (2007) “La Psicología Comunitaria Chilena en la Hora de la Institucionalización: Eclecticismo Teórico, Compromiso Práctico y Cuestiones Éticas”. En Asún et al (Ed) “Psicología comunitaria en Chile: evolución, perspectivas y proyecciones”. 1ra. ed. RIL. Santiago de Chile. (p. 23-54)), dado el creciente interés por los procesos vividos recientemente por los pueblos originarios de nuestro continente y las nuevas minorías emergentes (Lopez, E. 2000; Seibert, U. 2010; Mena, M & Agudelo, D. 2009; Casañas, J. 2012; Pagola, J. 2010; Alegre, X. 2003; Hinkelammert, F. 2008; Bermudez, F. 2007; Hermano, R. & Bonavía, P. 2009)


Finalmente, el último aspecto que logramos vislumbrar como proyección para un corto o mediano plazo, está vinculado al desarrollo teórico y práxico de la misma Psicología de la Liberación postbarista. Del trabajo de Maritza Montero u otros Psicólogos de la Liberación no pudimos dar cuenta en esta investigación; y sería un significativo aporte a la Psicología Latinoamericana y a la Psicología en General. (Asún et al (Ed) “Psicología comunitaria en Chile: evolución, perspectivas y proyecciones”. 1ra. ed. RIL. Santiago de Chile. (p. 23-54); Montero, M. (2004) “Introducción a la Psicología Comunitaria: Desarrollo, conceptos y procesos”. 1ra. ed. Paidós. Buenos Aires. 320 p; Richard, P. (2009) “Desafíos históricos para el mundo, la Iglesia y la Teología en los últimos 50 años” En Hermano, R & Bonavía, P (ed.) “Construyendo puentes entre teologías y culturas. Memoria de un itinerario colectivo” 1ra. ed. Doble Clic. Montevideo. p. (13-20)).

miércoles, 18 de mayo de 2016

Psicología de la Caricia de Ignacio Martín Baró, o la fe ilustrada para explicar el problema teológico de Barros.



"En la caricia se plasma, para bien o para mal, el ser del hombre"

(Ignacio Martín Baró)









Ignacio Martín Baró, psicólogo hispano-salvadoreño, pródigo en investigaciones relacionadas al carácter de los individuos y de los pueblos latinoamericanos; fue también jesuita de parroquia popular y campesina en la República Martirial del Salvador. Ciertamente, todo su pensamiento se encuentra bajo el influjo de la Teología de la Liberación, y en este sentido, vivenciar la guerra civil en su país y ser testigo del trabajo pastoral de mons. Romero en pro de los derechos de su pueblo, moldearon el talante del que hoy en día se conoce como fundador de la Psicología de la Liberación. (Montero, M. 2004; Sánchez Vidal, A. 2007). Ambos hombres, Romero y Martín Baró, serán asesinados por comandos del ejército salvadoreño, atestiguando con su martirio, aquello que para el pueblo cristiano es ser discípulo de Jesús de Nazaret.




En Chile nos enfrentamos a un problema teológico, muy diferente al del contexto violento de la guerra civil salvadoreña de los ochenta; acá en cambio, tenemos un obispo al menos “recatado” en comparación a Romero, y la presencia de un sacerdote de parroquia “acomodada” cuyos abusos sexuales han configurado el escándalo más grotesco de la Iglesia chilena, después de la manipulación de masas que intentó el régimen de Pinochet, en la localidad de Peñablanca.




Para Pedro Pablo Achondo, el problema se constituye desde una mala interpretación del texto de Mateo 5, 11 sobre las Bienaventuranzas; en sus palabras “lo que interesa es que Monseñor Barros no solo está “pecando” al dividir el rebaño, en el sentido profundo y bíblico de pecado: romper la relación, cortar el vínculo de Alianza con Dios y con la comunidad, negar la intención del Dios-hecho-hombre al haberse acercado a su creación. Sino también incurre en un profundo error teológico: creer y vivir según la convicción de que el ser perseguido lo llevará a la Gloria, cuando lo que en realidad ocurre es que su presencia divide a una comunidad de fe, rompe vínculos familiares y eclesiásticos (dentro de su propio clero, su pequeño rebaño) y mantiene a la Iglesia chilena en la vitrina del anti-testimonio; y por si fuera poco el hermano Barros –imaginamos- sufre vanamente y vive una vida infeliz, amarga y trunca; y ¿todo eso para qué?”[1]



Intentaremos explicar desde la perspectiva de la Psicología de la Caricia de Ignacio Martín Baró, el fenómeno psicológico asociado a la negación obstinada de Mons. Barros, en reconocer que ha sido víctima y cómplice al mismo tiempo, del abusador sexual de Karadima. En virtud de lo decretara el Concilio Ecuménico Vaticano II, la psicología de Baró se presenta, incluyendo su testimonio martirial, como sciencia auxiliar, “ancilla theologiae”; intentando complementar el discurso de Pedro Pablo.


En palabras del jesuita, “en la caricia se plasma, para bien o para mal, el ser del hombre” (Martín Baró, I. 1970) consignando en esta afirmación el hecho de que la caricia puede revestir diferentes modalidades. En este sentido el autor, desea rescatar un hecho singular: “la caricia, en el hombre se reviste de trascendencia” (Martín Baró, I. 1970). Con maestría, el Dr. en Psicología Social de la Universidad de Chicago, describe los procesos psicológicos que involucran una caricia, resumiendo en una frase, su profundo significado: “El hondo eco que la caricia hace resonar en el hombre rebate todo intento de fisiologizarla” (Martín Baró, I. 1970).





Para el Psicólogo de la Liberación, en su más hondo sentido, la caricia no tiene otra definición que palabra… “Sí, la caricia es palabra, es lenguaje. Lenguaje revestido de carne y modulado por el movimiento” (Martín Baró, I. 1970).



Siguiendo el sentido de la caricia, como palabra hecha carne, verbo devenido en sarx, más allá del soma, se comprende que puede entenderse como diálogo o monólogo. “Si la palabra es la estructuración sonora de ideas y sentimientos, la caricia es su estructuración táctil” (Martín Baró, I. 1970). De esta forma, entendiendo que la palabra se comunica en ondas sonoras, o letras impresas; la caricia se traduce en el contacto entre dos cuerpos vivientes. El jesuita dirá que: “la caricia lleva en sí misma una vibración específica: no hay dos caricias existencialmente iguales” (Martín Baró, I. 1970).

Traspasado de humanidad y trascendencia, la caricia para Ignacio Martín Baró, es el acto en que el hombre se resume a sí mismo, “se entrega de una forma total- aunque su entrega consista precisamente en una ausencia.” (Martín Baró, I. 1970). Quién sepa leer dentro de este lenguaje corporal, podrá comprender el estado emocional de dicha persona, entendiendo que, “la interpretación de una caricia es algo inconsciente, y sólo asequible a la persona acariciada. Señal de que la caricia es algo más que el mero movimiento externamente visible” (Martín Baró, I. 1970).






A ratos el psicólogo trasluce al teólogo y pastor jesuita, describiendo con sencillez un hecho de calor místico, en el sentido carmelitano, en sintonía con los telúricos fenomenológicos de Edith Stein o la afiebrada de Ahumada, cuando señala que “En la caricia auténtica se llega hasta la otra persona. La piel pierde su objetalidad y se hace susurro de amor” (Martín Baró, I. 1970).




La plenitud de la caricia humana se encuentra, en este sentido, en la caricia-diálogo con otro. Aparece como epifanía la alteridad, dado que “hay una presencia que empapa a la persona que dialoga con su caricia: la presencia del otro” (Martín Baró, I. 1970).


En la caricia – diálogo “la persona no es consciente de su mano, su intencionalidad trasciende la presencia de un contacto, para dirigirse directamente al otro. El otro no como un objeto que me produce una sensación de placer, sino el otro en su alteridad, en su ser único e irrepetible. No es un mero contacto corporal, es un contacto total de dos personas ¿no es cierto que en la caricia – diálogo algo vibra allá, en lo más hondo de nosotros mismos?” (Martín Baró, I. 1970).

Hay una tremenda espesura y profundidad en la honda trascendencia humana que reviste la caricia-diálogo para el colega Ignacio: “la mano que acaricia el rostro de la persona querida parece dibujar con sus dedos los rasgos de su ser. No hay solo placer meramente sensible, hay mucho más hay comunión en sentido fraterno, palpitar de dos personas identificadas a través del contacto con la piel del otro; y en este sentido “la caricia diálogo adquiere una expresividad superior a la de la palabra” (Martín Baró, I. 1970).
La otra dimensión de una caricia entra en juego en el caso de la Iglesia de Osorno y toda su comunidad, por el testimonio de un obispo impuesto por vaticinio romano, sin considerar la palabra encarnada de todo esa porción del Pueblo de Dios reunida en Ecclesia.


Martín Baró, fundamentado en Buber
“descubre una honda realidad de la caricia: se puede volver monólogo. Hay caricia, sí. Pero como que la mano se hace opaca. En la caricia-monólogo, el sujeto se vuelve consciente de que es su mano la que se mueve, es su mano la que acaricia. Expresión truncada, porque entonces la caricia no se dirige a nadie. Es una mano que sólo exige, que busca su sensación, que se recrea a sí misma: quiere el contacto para sí, y la vibración que debería caminar hacia otro ser, choca con la barrera de lo acariciado, que ya no es sino objeto” (Martín Baró, I. 1970).

Y profundizando en la caricia de Karadima a la Iglesia de Osorno y a través de ella, a toda la Iglesia chilena, podríamos concluir con el colega jesuita, que entre Karadima y Barros encontramos una “caricia prostituída del amante sin amor, que en su presión arrebata sensaciones y placeres, haciendo del otro un instrumento ocasional. Caricia pervertida del aberrante, idioma maquinizado, “speranto” sin vida ni temblor de sufrimiento” (Martín Baró, I. 1970).


En ambos sentidos, caricia-diálogo o caricia-monólogo, se configura un acto histórico registrable en la piel de otro ser humano. Epifanía de alteridad en el encuentro entre dos cuerpos, que en función de la interpretación del gesto se entregan a un diálogo o a un monólogo, configurando un desafío ético en el horizonte de quien se dice pastor de una iglesia cristiana, repensar en algún momento su defensa ciega al abusador de su padre espiritual. Pentecostés nos anima, en escucha de las palabras de un psicólogo martirizado por manifestar esa misma epifanía de la alteridad, que configura una caricia.

En letras del mismo jesuita se comprende a la caricia como, “palabra táctil humana hecha de sensaciones y silencios. Si el hombre conforma a la caricia según su ser, la caricia a su vez lo conforma a él. Vaciándolo o plenificándolo, pero siempre en una dialéctica sutil, que penetra hasta lo más íntimo de su realidad humana” (Martín Baró, I. 1970).


Describiendo el sistema de relaciones e interpretaciones simbólico afectivas que comprende el espacio de la caricia humana, y de las consecuencias de que sea interpretada como monólogo, ejerciendo no sólo presión de poder, sino que además generando un profundo daño psicológico en las y los sobrevivientes de abuso sexual clerical, no enfocaremos ahora en la labor de comprender de alguna forma el fenómeno asociado a este tipo de caricia y el silencio del pecado de omisión al que somete a los discípulos de tan oscuro padre espiritual.


En esta dirección, el análisis del discurso nos moviliza hacia la comprensión que nos entrega el psicoanálisis y sus distinciones desde el género, con toda la enorme gama de interpretaciones sobre el patriarcado y la religión, que este cruce puede aportar para enriquecer la discusión.



En su artículo “Del Sacer – dote al Amo, viscesictudes de un discurso”[2], la psicoanalista chilena María Paz Sobrino, describe que “La cuestión del discurso emerge como enunciado que admite la articulación de la palabra en la religión, caracterizada por sostener al individuo en una circularidad basada en un mandato divino. Es decir, se habla de un sujeto moral, “sujeto a la conciencia de culpa” que lo determina, haciéndolo esclavo de Dios. Se trata de un discurso que deja fuera al sujeto, porque quien dice es el Yo.” (Sobrino, M. 2014).




El sujeto religioso constituido sobre la base de este sentimiento de culpabilidad asociado a una concepción pietista u quietista de la doctrina cristiana, puede configurar espacios de obsesión religiosa, donde el rito de la confesión resulta francamente masturbatorio, al repetirse en frecuencias altas en cuanto mayor escrúpulos en relación al pecado la persona pueda sentir consigo.

La desobediencia a los mandatos divinos ubica al sujeto religioso en el plano de lo subversivo, rompiendo la relación con Dios, en sentido angustioso, pero sin considerar mayormente los rasgos comunitarios de su accionar pecaminoso. Se vuelve este tipo de fe, una expresión intimista y desconectada de lo comunitario, necesitados de rituales muy ortodoxos pero cada vez menos ortopráxicos. Ansiosos por el status que confiere el “estado de gracia” construye un sujeto religioso “que sólo puede ser liberado en la confesión, por el perdón de los pecados y, de ese modo la entrada en el reino de dios que no es más que recibir el reconocimiento del Amo absoluto. Se reestablece el discurso del Otro, garante del saber, en la inscripción de una moral fundada en el semblante que ocupa Dios, que articula la dialéctica del deseo con la Ley. La confesión de los pecados tiene una triple exigencia para llegar a la reconciliación con Dios: el reconocimiento de la culpa, el deseo de conversión y, la esperanza de perdón. Transitando desde la subversión que produce el pecado hacia la conversión al mandato del Otro” (Sobrino, M. 2014)

Sobrino descubre en esta dirección, la profundidad del rito de la confesión, cuando señala que “este acto cobra sentido en la medida que el sacerdote aliviana el sentimiento de culpa al pecador, liberándolo, por medio de la expiación y seguimiento del mandato del otro, actuando como representante del discurso de la verdad” (Sobrino, M. 2014)



El abuso configurado desde la simbología clerical, sobrepasa los límites de la piel acariciada monólogamente, pues se reviste de oscurantismo al sostenerse y descansar en la “trampa sagrada” del ritual de la confesión. En este ejercicio litúrgico, en que el creyente se entrega y confía en la sacramentalidad del pastor (dicho en términos no eclesiásticos, confía en el profesionalismo del sacerdote); éste abusa de su posición de poder, sujetando literalmente al penitente en una espiral de abuso y silenciamiento recurrente. 

Para Sobrino, “el pecador es el sujeto gramatical, aquel que designa el “se”. Es el sujeto del enunciado, su discurso es analizado como unidades gramaticales abstractas. Entonces, es la articulación de un discurso conciente, desde “lo que se sabe”, donde el sujeto es captado por lo imaginario de su discurso, diciendo desde el Yo. El sacerdote al develarle los significantes al sujeto, obtura el encuentro con la falta, en cuanto que es capturado por el deseo del otro, imposibilitando la aparición del sujeto del inconsciente, porque quien dice en la confesión es el sujeto del enunciado, quien busca un saber en su padecimiento, busca la significación de su síntoma. Consecuentemente, el sacerdote opera como enunciado que le garantiza al sujeto, la completud que es demandada por el yo, quien designa al sujeto pero no lo significa, para el alivio del sufrimiento que se desprende de su propia subversión”. (Sobrino, M. 2014).

Desde esta perspectiva, la figura del confesor o del director espiritual, parece adquirir particular relevancia frente a estas desviaciones clínicas pervertidas significadas en concepciones abusadoras del Dios judeocristiano, que no se condicen con el Magisterio de los últimos 50 años, posterior al ejercicio eclesial del Concilio Ecuménico Vaticano II. Karadima parece gobernar en las conciencias de sus víctimas, sean o no concientes de su propio abuso, niegan obtusos el descarnado relato de la caricia-monólogo de Karadima en sus propios cuerpos. Doloroso episcopado, el de ustedes hermanos abusados, que guardan pecaminoso silencio. Pluga a Dios perdonarles su cobardía con solideo episcopal.





El sacramento de la confesión en manos de estos engendros espirituales, se traduce ciertamente en la descripción de Sobrino, argumentando la posibilidad de que al menos, es plausible pensar que la sujeción o encadenamiento del sujeto religioso al dispositivo penitencial de la confesión, no le permita alcanzar la humanidad necesaria para reconocer en el cuerpo de las víctimas, sagrarios vivos del santísimo sacramento, en el caso de ser niños comulgantes; o la presencia misteriosa del espíritu santo en el cuerpo de las víctimas, "templos vivientes del Espíritu Santo" que siendo abusadas, ya estaban confirmadas en la fé católica. En virtud de la teología de los sacramentos, la confirmación “imprime carácter” y sella hasta la eternidad el pacto de amor, caricia-dialogo entre el Dios de Jesucristo, y el cristiano comprometido con la construcción de una sociedad inclusiva inspirada en los principios de fraternidad consignado en los evangelios. ¿Si no logra ver eso, un episcopo nombrado por el patriarcado abusador del vaticano, logrará ver su propio abuso a la luz del evangelio y la oración?

Vistos estos argumentos, en relación a la psicología de la caricia y la comprensión del fenómeno asociado al rito de la confesión, podríamos llegar a pensar que el problema teológico descrito por un lúcido Pedro Pablo, tiene también, por cierto desde la perspectiva de la realidad humana, aplicaciones prácticas que se describen desde otras áreas del conocimiento. Tanto el estilo de vivir su fe religiosa, como los frutos de su apostolado (abuso sexual infantoadolescente) describen a un hombre, fundamentalista religioso, profundamente perturbado, que logró generar en torno a sí, una red de protección de carácter episcopal. En este sentido, es sabido por todos, el ejercicio del padre espiritual de dicha sociedad sacerdotal, en relación a la incomodidad de sus seguidores frente a las caricias de su mentor.

Incomodidad que traspasa sus sotanas y sus cuerpos, y se instala desde el discurso del Amo, déspota y autoritario, como el que denunciaban los profetas veterotestamentario como falso dios, ídolos con pies de barros… valga la redundancia. El problema de Barros, no sólo es teológico, sino que es profundamente moral. Traspasa el límite de la sociedad eclesial y destruye el tejido de la sociedad civil.

¿No es eso un delito lo suficientemente grave, como para por lo menos pensar, que se es cómplice de un criminal?. Al parecer, todo indica, que el sentimiento de victimización en relación a la voz profética del pueblo de Osorno, o su cobarde silencio son los síntomas de que no hay siquiera, alma bondadosa que haga a estas bestias eclesiásticas, iniciar un proceso de conversión hacia una humanidad que los comprenda como servidores de un pueblo y no como carniceros espirituales de estos.

Este silencio, al convertirse en pecado de omisión subvierte el sentido de la caricia-diálogo de una iglesia se que comprende a sí misma como “Mater et Magistra” de humanidad. ¿Qué clase de Madre y Maestra permite que sus hijos sean abusados y guarda cobarde silencio?. El problema teológico denunciado proféticamente por Pedro Pablo, se constituye en la historia de la Iglesia Chilena como huella indeleble de pecado social. Traspasa el delito, la barrera eclesial, y destruye el tejido emocional, y la salud mental de los sobrevivientes, dañando considerablemente el tejido social. El problema teológico destruye en su práxis histórica la solidaridad entre los seres humanos, hermanos de la misma comunidad.


En estos tiempos de Ciberapocalíptica, esta reflexión la sentía necesaria en este espacio y me esperanzo con que el lema del encuentro laical de Osorno “Dios habla desde el sur a una Iglesia dispuesta a escuchar”, a realizarse este próximo sábado, motive caricia-diálogo en esta Iglesia coaptada por el pietismo y el quietismo a lo Karadima, Dios prostituído en caricia-monólogo, ciertamente muerto con todos los ídolos que derrumbó el ejercicio conciliar del Vaticano II.



Finalizo este artículo confiado en aquello que nos enseñara don Beltrán Villegas en relación al concepto de espíritu, pues “se corre el riesgo de incurrir en serias ininteligencias si no se tiene presente la base metafórica del concepto teológico de “Espíritu”, que el NT recibió del AT. En efecto, el término hebreo “ru’ah” –lo mismo por lo demás, que los términos “pneuma” y “spiritus” que se usaron en griego y en latín, respectivamente para traducirlo- apunta en forma primaria y directa a esa realidad elemental del aire en movimiento, que se da en los fenómenos del viento y del aliento. Y si no se hace el esfuerzo por ver estos fenómenos con los ojos de los antiguos, al mismo tiempo ingenuos y penetrantes, y en todo caso asombrados, resultara ininteligible mucho de lo que se le atribuye al Espíritu. Entre todas las cosas habituales y cotidianas, pocas había de resultar tan extrañas y misteriosas como el viento y el aliento: ambos esencialmente invisibles e inasibles, y tan inconsistentes que podían ser la mejor imagen de la nada; y sin embargo, ambos llenos de sorprendentes virtudes”(Villegas, B. 1998). Así mismo, ahora que comprendemos los significados asociados a la caricia y el sacramento de la confesión, podremos reflexionar con una mirada desde la psicología de la liberación de Ignacio Martín Baró, este fenómeno tan doloroso y complejo para las familias de las víctimas, que no son más que las mismas familias que conforman lo que en derecho canónico se conoce como Pueblo de Dios.




Valparaíso, 18 de Mayo de 2016.